domingo, 29 de julio de 2007

La Pequeña Muerte

No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte; la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.

Eduardo Galeano
El libro de los abrazos

Vida... de qué te reís?


Gran chasco cuando todo conspira contra uno. El sol parece estar pensando en iluminar y calentar a todos, menos a mi. No logro darle un buen enfoque a la luna con el lente de los binoculares que mi abuelo me regaló hace un año y que le pertenecían... sólo me muestra la otra cara, la que permanece en sombra, la que nadie ve y yo tampoco, claro está. Del otro lado del teléfono, la modernidad se me caga de risa cada vez que levanto el tubo y digo, con voz de mendigo, "hola". Y qué decir de internet, que día tras día me incomunica un poquito más. ¿Qué se sentirá al reventar un teléfono móvil contra la pared más blanca de mi casa y verlo estallar en pedazos, para después pisotearlo hasta que el pedacito más grande quepa en una de mis quebradizas uñas?.

Me duele el pecho y no hay vaso de vino ni fruta seca que mejore mi sistema cardiovascular. Se me acelera el pulso mientras la sangre corre más lento que nunca. Estoy seca, no puedo llorar, no tengo lágrimas... alguien me bebió completa de un sorbo.

Se me borra una cara de la memoria. Peleo con toda la fuerza que me queda, pero las uñas se me quiebran e, irónicamente, apenas acaricio.

No sé qué espero, no creo en los milagros, nunca creí. Aposté todas mis fichas, pero no existe el verde como opción y perdí todo.

Siempre tuve una palabra bajo la manga, pero estoy muda y pierdo mi turno. Los jugadores son infinitos, asi que lo pierdo para siempre.

Todos mis libros están tristes conmigo, a ninguno escucho decir mi nombre. Están tan firmemente agarrados a los estantes de la biblioteca que sólo se desprende alguna que otra palabra. El diccionario perdió varias ya: creer, esperanza, sonrisa, abrazo, orgullo. Nada está como estaba y, aunque eso debería ser bueno, nunca fué más malo, entonces... de qué te reís, vida?. (Sin duda que de mi).