lunes, 15 de octubre de 2007

Inesperadamente, suena el teléfono. Levanto el auricular y, del otro lado, alguien vestido de rojo estira una mano. No la alcanzo y no hace nada para que lo logre, pero abre bien grande el pecho, toma aire y una inspiración me obsorbe. Me hago pequeña, lo más pequeña que puedo y me arrastro por el cable. Es tan estrecho, oscuro, tan pobre en oxígeno, que me ahogo y muero.
Una expiración y me lleno de aire. Vuelvo a tomar forma y a ser grande como si al final todo fuera soplar y hacer botellas. Me da miedo abrir los ojos... no sé si quiero verlo. Huelo a vainilla y a cesped recién cortado y no opongo resistencia. Tengo que abrir los ojos. Ahí lo veo mirándome. Ahora es verde, está húmedo y acaban de cortarlo. Está perdiendo las hojas, el color, los olores. Está dejando todo sobre mí. Vuelvo a cerrar los ojos. Cientos de manos ruedan por mi cuerpo, que ahora es más pequeño aún. No creo que acaricien. Están quitando hojas y colores (los olores ya son míos). Me pego al pasto. Y pierdo toda dignidad.

1 comentario:

Cecy.. dijo...

un texto que deja lugar a la imaginacion...
muy lindo y original...
besos!!!