martes, 12 de febrero de 2008

Reversible

Me preocupa.
Los hombres hablan más de hombres que yo.
El los prefiere gorditos ("todo aquel que pese más de noventa kilos" dijo) y, si tiene barbita candado, mucho mejor. Que sea inteligente, culto, con sed de conocimiento ilimitada, pero que pueda oralizar esas cosas. No vale que se despache con un "¿otro cacho de pizza?"
El otro es un fetichista: bomberos con su manguera, policías con su pistola, pilotos que posean el control absoluto. Gordos o flacos, rubios o morochos pero mayores de 29 y peluditos.
Sólo ellos dos agotaron mis posibilidades.
Quedé sin nada.
Se visten y combinan mejor, usan secador de pelo, gastan más tiempo en acomodar su barbita que yo acomodando mi cabellera, se enamoran, se desenamoran, lloran, expresan su tristeza cada vez que sienten ganas de hacerlo, espewran un presente cada 14 de febrero, se conectan a internet y abren el messenger para darle las buenas noches al "gran amor" del momento, nunca dejan de desayunar y tienen mejor silueta que yo.
Todavía me queda algo.
Me derriten los hombres extremadamente independientes que no se dejan acostar por mí.
A ellos, jamás.

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