domingo, 14 de septiembre de 2008

Hay días, como el de hoy, de sol asomante y cielo celeste brillante, días de primavera inminente y calidez extranjera, en los que me tiro en la cama, me tapo hasta las orejas y espío desde allí por la ventana. De a ratos cierro los ojos y espero impaciente que las nubes lo cubran todo y siento con fuerza que así voy a encontrar todo cuando los abra. Espero que cuando vuelva a espiar la vida entera se vuelva digna de ser dormida. Pero no... ahí están otra vez el sol radiante y las lavandas que explotan en flor. Entonces sé que no tengo elección, que debo salir de la cama de un salto y echarme con el mismo movimiento sobre el pastito que no tengo en casa y dejar que el sol empiece a entibiarme con calidez de patio de hogar en primavera plena.

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