martes, 13 de mayo de 2008

Otra vez esa sensación. Otra vez esa tristeza que no duele, ese esperar sentada en el lugar común, vacío; ese dolor que no dolió nunca, el arrepentimiento de quien no lo hizo. La felicidad gigante del que no tiene cómo reirla, el llanto del que se ha secado, marchitado. El adiós de quien no llegó nunca. Otra vez las manos del esposado, la bala en la culata del revolver de ese que dejó el seguro puesto, seguro de no tener que escuchar de nuevo los tiros no disparados. Una vez más lo que no fue, el perdón por, el dame, el nombre de, los gritos de nadie, su ceguera de ojo ácido, su lengua amarga.
Todo él dulce, todo él yo, todo él solo, todo ego, todo ayer... todo él muerto.

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