jueves, 1 de mayo de 2008

Eñe

Vos sí sabías mirarnos. Vos sabías sonreír, sabías cómo hablarnos, cómo decirnos. Te sobraba la fuerza para soportar cualquier cosa y eras tan frágil, tan delicada, tan a punto de romperte siempre...
Vos sos la que corrió, la que saltó, la que caminó... la misma que sacó a pasear a su bastón, la que se tomaba las manos para que dejaran de temblar.
A vos te dolía y a nosotros nos dolía. Tus lágrimas fueron siempre mis lágrimas
Nunca le abrimos la puerta a nadie... tampoco a Dios, si lo pedías.
¿Con quién hablabas, con quién, todas esas noches en las que te mirando fijo las puertas de tu placard? Qué te decía? Lo escuchabas? Qué te pedía?.
Te esa mañana cuando miré sobre mi hombro derecho. Otra vez habías venido a despertarme, como todas las mañanas. Como ninguna anterior a esa.
Vos te apagabas y te encendías por ardor propio y ajeno, por tus hijos, por los que están y los que estuvieron. Por los que tuviste alguna vez.
Somos tus nietos, algunos, los que crecimos con vos, los que vivimos, los que amamos/odiamos con vos.
Sos quien espero que esté cada vez que vuelvo a la casa que compartimos, quien quiero que sepa todo en primer lugar.
No hubo nunca dos abrazos como el tuyo. Te desarmabas en cada uno y volvías a nacer en nosotros. Vos te ibas deshilachando. Nosotros hoy tejemos futuro con lo que nos queda.

1 comentario:

Cecy.. dijo...

que cambio e este lugar...
esta muy bueno...
nada... pase a dejarte un beso...
a ver cuando nos vemos!!!

besotes!!!