lunes, 25 de agosto de 2008

Es como cuando salgo de casa sin los anteojos y tengo que desandar las veredas porque me dí cuenta de golpe de que los árboles no terminan donde deberían y se hacen más altos y anchos de lo que son.
O como si eligiera una remera liviana y me pasara la mañana pensando en por qué no me abrigué, si diez metros después de la puerta hacía el mismo frío que tres kilómetros más adelante.
Se parece a rendir mal un exámen y presentarse en la mesa siguiente cuando reconocés que -en realidad- tenés los mismos conocimientos que en la mesa anterior, sólo que ahora estás un poco mejor dispuesto, más seguro de lo que sabés, aunque no sea más. Me recuerda a las charlas llevadas adelante con entusiasmo cualquier viernes a la noche, de esas que se repiten cada dos estaciones, en las que se discute fervientemente lo mismo, pero de una manera distinta cada vez porque ahora somos más grande y porque vimos otras cosas y porque nos animamos a más y porque ahora preferimos no callarnos.
Es lo mismo que volver a sentir sus pies calentitos debajo de la mesa. O que estar en silencio y sin mirarse, haciendo apuestas a todo o nada, tratando de adivinar quién se da vuelta primero y dice una estupidez que nos haga reir.

3 comentarios:

Cecy.. dijo...

hola amiga!!!!

me encanto!!!

parece que estas inspirada estos dias....

nos vemos!!!!

un besote!!!!

Maria Eugenia dijo...

Viste cuando la cabeza te anda a mil y no sabés qué decir primero y entonces decís todo junto y no se entiende nada o no decís nada y se entiende menos... así estoy, no es inspiración!!!.
Besotes amiga!

Cecy.. dijo...

ahhh!!!!

con que era eso...
entonces a mi me pasa lo mismo...
jajajaja...

solo que a mi no me queda tan bonito...

besotes!!!


cecy


pd: imagine aqui una posdata... jaja